7 de marzo de 2011

Algunos no ven las orejas al lobo

El otro día llegó a mi Tuenti un evento de lo más curioso. Te enganchaba con un título sugerente para que siguieras leyendo. Yo, que soy carne de cañón con el tema de los titulares (de prensa y en general) piqué, claro que sí, y continué. Al principio leía por que el tema me interesaba, luego lo hice porque había que seguir leyendo inevitablemente si querías enterarte de algo (el texto, en sí, no decía nada). Al final leí por pura curiosidad, porque al ver cómo tomaba forma la idea quería averiguar en qué disparate acababa aquello.

Es una lástima que de vez en cuando me comporte de una forma impulsiva y que eso no esté realmente en mi naturaleza. Lástima, sí, que borrara el evento y no lo pueda pegar aquí para que lo veáis. Me parece a mí que antes de escribir cosas así hay que informarse un poco.

Se trataba de un evento relacionado con la crisis del petróleo, tema candente y de rabiosa actualidad. Y después de repetir de diferentes formas y colores, por activa y por pasiva, en enunciativa y en perifrástica, que teníamos que actuar, que teníamos que tener voz en este momento, que había que hacer algo, la persona que escribió aquello llegaba a la conclusión de que: dado el momento actual; dada la crisis de petróleo que experimentamos; dada la situación política de Libia; dado el precio del litro de Gasóleo A, que inevitablemente va unido a que las gasolineras se están forrando a nuestra costa; dado que la utilización de nuestro coche es absolutamente imprescindible para nosotros; dado que somos el ombligo del mundo y no vamos a dejar de serlo ahora, en este preciso momento; ... la solución es dejar de repostar en las principales gasolineras de España y hacerlo en las otras, para chinchar.

Yo no sé mucho de la situación de Libia, porque no tengo mucho tiempo para analizar cuidadosamente el periódico y seguir una noticia durante días. Tampoco conozco bien la situación de las empresas petroleras de este país, lo único que llega a mis oídos es que el margen que ellos cargan no es superior ahora que antes, sino el mismo. Tampoco estoy al tanto de la situación energética de España, sólo sé que casi el 80% de la energía que consumimos no se produce dentro de nuestras fronteras, sino que es importada.

Vamos a prescindir de todas las consideraciones políticas. Dejando al margen las iniciativas del Gobierno respecto de los límites de velocidad, apartándonos de las ideas acerca de las bombillas de bajo consumo, y de la certeza de que todos los gobiernos que han pasado por la Moncloa, unos u otros, lo han hecho en el mismo régimen de dependencia energética y apenas se ha hecho nada, considero que hay que analizar la cuestión desde un punto de vista más práctico y menos egocéntrico.

A la vista de los pocos datos que tengo y de la poca información de la que dispongo, al leer el evento en cuestión se me llenó la cabeza de preguntas:

¿no sería mejor que nos diésemos cuenta de que, en realidad, tenemos un problema?

¿no sería muchísimo mejor que aceptásemos que, para mover nuestros coches y vivir nuestra vida, dependemos de un país que ahora mismo no atraviesa su mejor momento político?

¿no es este un buen momento para darnos cuenta de el problema que supone depender, no sólo de la situación política de un país, sino de un recurso energético que es, además de escaso, limitado?

¿no es hora ya de que pensemos en las energías renovables?

Como consumidores individuales, ¿no es tiempo de empezar a aportar pequeños granitos de arena?

En mi opinión, este es el mejor momento para todo eso. Hay que tomar conciencia de que el petróleo no es un recurso ilimitado. Se acabará, o será tan escaso que alcanzará precios imposibles. Por eso, como ciudadanos, debemos empezar a pensar que hay que cambiar ciertos hábitos. Restringir un poco el consumo del coche, ir al centro de la ciudad en transporte público, consumir la luz necesaria…

Parece que siempre decimos lo mismo, pero como esta vez le vemos las orejas al lobo tengo la esperanza de que empecemos a actuar.

2 comentarios:

  1. Llevo dos semanas queriendo aportar a este magnífico texto mi granito de arena; por fin creo que ha llegado el momento de hacerlo.

    Ha sido un artículo del diario Ideal acerca del apagón propuesto para esta noche el que me ha dado ese puntito, esa chispa que quería volcar aquí. Y esa chispa es el dato acerca de España y el protocolo de Kioto. Según decía, hemos tenido en este país el arte suficiente como para pasarnos por el forro durante años las recomendaciones dadas por Kioto. Visto en cifras, a España le tocaba reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta como máximo de un 15% por encima de las emisiones de 1990. Con un par y como manda la tradición, ni lo hemos intentado. Hace seis años ese 15% quedaba a lejos del 50% que se alcanzó. Buen trabajo.

    Curiosamente esta crisis que tanto está dando que hablar -en el Congreso se lo pasan pipa charlando del asunto- y de la que tanto llora el personal (mientras tanto no disminuye la venta de Audi y Mercedes...), ha supuesto que ese 50% bajase hasta situarse hace dos años en el 20%, al tiempo que se estima que, con el ritmo actual, este año se cierre con el 15% demandado. Resulta que esto hasta tiene un nombre: Sostenibilidad forzada.

    No queríamos por las buenas, inmersos en nuestros mundos de Yupi de felicidad y consumo a plazos, y resulta que se nos caído la casa encima y vamos a cumplir el objetivo por las malas.

    Recuerdo, por citar un ejemplo cercano, la reacción hace años de gran parte de las industrias cerámicas de Bailén ante la idea de reducir las emisiones. Estas, empleando hornos de la quinta de Espronceda, pusieron el grito en el cielo ante la inversión que los cambios demandados exigían. Muchas de estas empresas creo que ni se pusieron con ello. Por entonces la construcción estaba en pleno apogeo y cada ladrillo y cada teja estaban puestas poco después de salir del horno. Ahora, no solo siguen teniendo el problema de unos hornos de muy alto consumo energético y generadores de contaminación -muchos aún utilizan carbón, (http://www.belt.es/noticias/2005/Febrero/16/kioto.htm)- sino que tienen stock parado desde hace meses o incluso años que no consiguen sacar ni regalado ante el parón de la construcción.

    Hace unos días, hablando sobre el tsunami de Japón con un amigo, este me decía que Japón poseía el dudoso récord de ser uno de los países que por contaminación y por abuso de materias había contribuido más a la destrucción del planeta -no en vano hubo que prohibirles la caza de ballenas, cuya extinción parece importarles un carajo; de forma furtiva lo siguen haciendo-. Quiero dejar claro que no me alegro en absoluto de los daños y de las víctimas que el tsunami ha producido, pero tiendo a ver entre líneas cierta inteligencia por parte de un planeta que con casos como este parece pretender protegerse a sí mismo. Por cierto, hablando de récords, uno de los que en este país podemos sentirnos orgullosos es el de tener las ciudades más iluminadas de Europa. Quién dijo crisis.

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  2. Ahora quiero comentar algunos detalles de los que mencionas en el artículo. De entrada me parece absurdo lo de repostar en unas gasolineras y no en otras: a mi modo de ver estamos hablando de distintos perros con el mismo collar. Si queremos hacerle daño a las petroleras la solución no es esa, sino comprarse una bici o ir andando o en autobús en cualquiera de los miles de desplazamientos que realizamos inútilmente con el coche. En cuanto a lo de la energía importada, según tengo entendido es así: un 80% de la energía viene de fuera -y encima la despilfarramos como si saliera de debajo de las piedras-.

    El tema de los gobiernos es espinoso. Según lo veo, cualquiera que pase por la Moncloa quiere complicarse la vida lo menos posible, y el tema energético es una patata muy caliente que puede explotar en cualquier momento... y a cualquier gobierno. Es por ello comprensible, que no justificable, que pasen de puntillas por el tema. Además está la influencia de las grandes multinacionales, que a fin de cuentas nos manejan a su antojo, a nosotros y a aquellos que dicen gobernarnos.

    En cuanto a Libia, creo recordar que importamos de allí entre un 15 y un 20% del petróleo que consumimos, medida descentralizadora que pretende, supongo, que en situaciones como la actual nos se nos caiga el mundo encima.

    Para terminar, y mientras me pregunto en cuántas partes tendré que dividir este texto, decir que no sé hasta que punto es efectivo ver las orejas al lobo. Ha ocurrido tantas veces en tantas situaciones a lo largo de la Historia y hemos pasado de largo hasta que el problema nos quemaba en las manos... que no sé si ser muy optimista en esta ocasión.

    Perdón por la longitud, pero necesitaba decir todo esto y creo que pocos lugares hay para ello mejores que este.

    Un gran abrazo para esta escritora en potencia y saludos para sus lectores.

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