15 de noviembre de 2013

Comer de tartera, ¿por qué no?

Yo como de tartera. Y para mí no es algo reciente, es una cosa que llevo haciendo los últimos años de mi vida. 
Yo llevo mi comida a cuestas desde segundo de carrera, cuando me di cuenta de que si seguía comiendo en la cafetería llegaría un momento en que mi salud se resentiría. Incluso en cuarto curso, cuando participé en una competición de Derecho que me dejó sin aliento de enero a junio, llevaba mi tupper y lo calentaba en la sala en la que trabajábamos. 

Mi paréntesis fue quinto, porque pasé un cuatrimestre en Helsinki (Finlandia). Allí descubrí que comer estupendamente en una cafetería universitaria no sólo era saludable sino también posible. Mis compañeros de otros países de origen (europeos) pensaban que la comida allí no era gran cosa comparada con la que comían ellos en sus cafeterías, pero mi amiga española y yo, que sabíamos de dónde veníamos, no pensábamos lo mismo. 

Cuando volví a la universidad española volví a mi bolsa de la comida. Y cuando empecé a estudiar un máster una de las primeras cosas que hice fue buscar el microondas en la cafetería de la facultad. Al final es algo que sale de forma automática. 

Ahora que trabajo he tenido la suerte de caer en una empresa que tiene un comedor con dos microondas donde podemos calentar nuestra comida sin ningún problema. Hay quien encuentra muchos problemas en esto de llevar la propia comida en una bolsa. Algunas veces son impedimentos razonables que cualquiera puede entender (tiempo para cocinar, otro bulto más…) pero en algunos ambientes, y porque llevo muchos años en esto, he llegado a oír cosas relativas a la “horterada” de llevar la tartera contigo… (sin comentarios).

A mí, que llevo los últimos años de mi vida haciéndolo, no me parece mal tener que llevar mi tartera a cuestas, es más, lo agradezco, y he encontrado cinco razones para llevar mi comida conmigo.

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