28 de diciembre de 2010

Amor eterno

En una de esas cadenas de televisión que nunca veo, no por falta de ganas, sino por falta de programación que me motive, me encontré ayer por la noche con una película que en su momento no pude ir a ver al cine. Lástima, la hubiera disfrutado mucho más que en la pequeña pantalla.

Largo domingo de noviazgo es el título de una película basada en la novela de Sébastien Japrisot titulada en España Amor eterno.

No pretendo yo que este pequeño espacio donde escribo sea un portal de críticas, mejor o peor construidas y razonadas, de películas o libros, pero dejen que les recomiende ver ésta. Su estética y forma narrativa recuerdan a Amelie, y sin embargo la historia es completamente distinta. Un amor que no se debilita año tras año es difícil de ver hoy en día, y mantenerlo después de la I Guerra Mundial es lo que la protagonista de la película, Mathilde, intenta por todos los medios.

Me hizo pensar sobre el presente y la forma que tenemos de entender el amor ahora. Hoy ya nadie quiere así, me dije (desolada por mi propio descubrimiento, y porque lo dije en voz alta). Hoy los chavales se declaran amor eterno a los dos días de conocerse por medio de las redes sociales, y mañana portazo, y si te he visto no me acuerdo. La lucha de la protagonista por el hombre que ama está completamente fuera de lugar en nuestro tiempo, y por eso merece la pena disfrutar de ella.

Y quien diga que eso no hay quien se lo crea... coincido con él. No hay quien se lo crea. Pero todo aquel que quiera escribir algo algún día debe ver esas películas y leer ese tipo de libros. Desde Jane Austen a Tolkien, todo está lleno de historias fantásticas, fantasiosas, extraordinarias, fascinantes. De ellas se nutren los escritores, de ellas nacen las ideas, por imposibles que parezcan las aventuras de los protagonistas.

Porque si yo leo es para encontrar entre las páginas algo que no encuentro en el mundo... ¿qué otra cosa si no?

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