16 de febrero de 2011

Ser trendy es muy duro


Yo llego tarde a casi todo. No es que sea impuntual, es que ser trendy o estar en boga no va conmigo. Es duro tener que ser la primea que leyó aquel libro, que llevó ese cinturón, que se atrevió a llevar un abrigo de piel de morsa sintética o de las primeras en ir al cine a ver cierta película para poder opinar antes que nadie. Insisto, debe ser agotador.

Aún así, por ser mujer perseverante, no dejo de intentarlo, y desde hace años me empollo las revistas de moda de cabo a rabo. Lo hago tarde, de nuevo, pero es que si lo hiciera antes que el resto no sería yo, y eso me causaría un tremendo desajuste.

Yo, que empecé a llevar zapatos de punta cuando ya se llevaban las bailarinas planas, me atrevo a veces con esos tomos llenos de fotos y de comentarios pseudo-artísticos acerca de las nuevas tendencias. Y lo ha

go porque me gusta. Me encanta ver esos vestidos, esos trajes, esos abrigos, esos reportajes fotográficos… me parecen más que bonitos, y los disfruto mucho. Otra cosa es que luego yo no pueda apartar de mi cabeza que la moda es un privilegio de las delgadas. Las que no lo somos decimos que “nos gusta ir a la moda pero no ser esclavas de las tendencias, porque sabemos bien lo que nos favorece”. Pero en realidad lo que queremos decir es que “nos encantan los pitillos de cuero negros que se ha comprado la de la oficina, y ojalá fuésemos tan valientes como para ponernos un pantalón corto con unas botas de pelos del Yeti y no parecer recién salidas del circo”.

Mi intento de este mes se llama algo así como recopilatorio de colecciones para este otoño-invierno. Llego a mí una vez pasado el mes de la publicación (y otros dos más), y mientras las mejores redacciones de la industria de la moda ya preparan el tomo de primavera-verano. No pasa nada, nunca es tarde para aprender…

…siempre que te dejen hacerlo. ¿Se imaginan que dos páginas después del Teorema de Pitágoras un libro de matemáticas dijera que “la base del triángulo es igual a la mitad de la división de ambos catetos”? Me imagino la cara del pobre alumno… lo mismo que la mía cuando se me ocurre abrir las páginas de la revista en cuestión.

Este año, por lo visto, lo más de lo más era el estilo barroco, lleno de brocados, bordados, estampados zaristas… hasta que dos páginas después te dicen que si quieres ser la reina no te despegues de un look minimal, sencillo y en color beige.

Menos mal que, como dije más arriba, soy de esas que no son esclavas de la moda… si no ya tendría las neuronas hechas un nudo corredizo.

Seguiré descifrando las tendencias pasadas mientras quede invierno, porque aún queda mucho invierno. Aún podré ponerme mi abrigo ultra-calentito que compré en Helsinki (ese que aquí sólo puedo ponerme tres días al año). Y me reiré de las que ya han llenado el armario de pantalones cortos.

Luego dejaré que pasen unos meses hasta estar metida por completo en el verano. Entonces buscaré desesperadamente un recopilatorio de tendencias veraniegas y lo leeré mientras caen las primeras hojas de los árboles… y así seguiré el ciclo hasta que me canse de llegar tarde a todo (o hasta que se imponga la moda de ir desnudos por la calle, en cuyo caso estas revistas no tendrán sentido ninguno).

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