5 de marzo de 2011

Si algo va mal, siempre es posible que empeore

Hay algo peor que levantarse todos los días para ir a clase cuando no hay ganas.
Hay algo peor que despertarse a toque de despertador de lunes a domingo.
Hay algo peor que pasar el fin de semana estudiando tres semanas después de haber empezado las clases.
Hay algo peor que entregar cinco trabajos a la semana.

Lo peor es que llega el viernes y estás hecha papilla, y al final pasas el fin de semana en casa curándote la garganta inflamada, tomando sobrecitos para bajar la fiebre y tumbada en la cama, sin poder disfrutar de los únicos dos días libres que tienes. Sólo para estar bien el lunes, poder ir a clase y que la rueda vuelva a empezar.

2 comentarios:

  1. Pasan los años. Un día saltas del mundo de los apuntes al mundo laboral, y te das cuenta de cuán poco cambia todo. Tu vida, a poco que te descuides, es tu trabajo, y acabas convirtiendote en eso que tanto he odiado siempre: aquel que vive para trabajar y no trabaja para vivir.

    Al menos de momento -no podré cantar victoria hasta que mi vida termine y haga balance, si me da tiempo- he tenido suerte ya que el trabajo que tengo deja un poco de ser humano entero cuando llega la hora de la salida, y ese poco de ser humano aprovecha hasta el absurdo cada segundo para poder leer, escribir, ir al cine, pasear, tomar un café con alguien... Cualquier cosa que justifique minimamente las horas que invertiste -o desperdiciaste- en trabajar.

    Un abrazo y ánimo, que hasta lo malo acaba.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Corso, por tus palabras de ánimo.
    Ya me encuentro mejor y todo se ve de otra manera...

    Algunos días me desespero, y pienso que mi carrera sólo me depara trabajos que detesto y que no son compatibles con mi idea de futuro. Pero eso solo pasa algunos días.

    En cambio, todos, todos, todos los días pido a Dios no convertirme en una de esos tantos que viven para trabajar, para comprarse un descapotable que no tienen tiempo para conducir, o un nuevo DVD que nunca van a poder disfrutar porque están en la oficina.

    Supongo que vida estudiantil y laboral tienen sus puntos en común. Lo bueno es que la vida laboral, en algunos casos, deja espacios abiertos al esparcimiento. La del estudiante es siempre "hecho y por hacer". Llegar pronto a casa no significa hablar con tu familia, o salir a tomar café con un amigo, sino más tiempo para hacer apuntes, leer textos, estudiarlos... eso, o que te has saltado una clase para poder hacer todo lo que tienes pendiente.

    Es ahí cuando yo me desespero.
    Es de esa sensación de impotencia de donde nace esta entrada.
    Y es de ahí también de donde nace mi agradecimiento hacia ti. Y también porque no me has dicho que "algún día lo echaré de menos". Créeme, eso se agradece mucho, mucho.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar