26 de junio de 2011

¿Nos hemos vuelto locos?

Esta mañana he visto al niño de una amiga mía toquetear el móvil de su padre como si fuese suyo. Quiero decir, con total soltura. Un móvil táctil que maneja mejor de lo que yo haría nunca, y ni siquiera tiene tres años. No alcanza a entender que eso sirve para comunicarse con los que están lejos, pero a él le basta con saber qué botón tocar para que aparezca un juego en la pantalla. Dicen que es normal que esta generación se comporte así porque ha nacido "con un móvil bajo el brazo". 


En cambio yo creo que ya no sabemos lo que es normal o lo que no lo es, si no no hay más que ver a mi generación y a algunas generaciones anteriores, y cómo se comportan con estos aparatitos. 

Mis amigos y compañeros de clase, y en general toda la gente que veo por la calle, son personas que no nacieron bajo la estrella de ninguna compañía telefónica. Cuando ellos vinieron al mundo los teléfonos móviles no existían o aún eran del tamaño del más grande que aparece en la fotografía. En el mejor de los casos eran un privilegio exclusivo de aquellas personas que tenían la desgracia de tener que llevarse el trabajo a casa y la casa a todas partes. Los milagros de la tecnología y de la fabricación en serie hicieron accesible a todo el mundo lo que era y sigue siendo un lujo: poder comunicarse con cualquiera, en cualquier parte del mundo y en cualquier momento. Hace 13 años ya se veía a algunas personas manteniendo conversaciones absurdas por la calle al oído de cualquiera, pero eran pocos los que llevaban el móvil en el bolsillo.

Unos años más tarde descubrimos que al comprar un pack pre-pago en cualquier compañía el móvil (el aparato en sí mismo) nos salía prácticamente gratis porque nos regalaban 100€ en llamadas (reales o ficticios, ahí ya no me meto) cuando el pack completo nos costaba 69. Era lo más eso de "controlar el gasto", hasta que dejó de serlo y nos metieron el contrato por los ojos. Lo de poder recargar tu tarjeta en el cajero del banco ya no era "in" ni tan cómodo como lo pintaban, porque en realidad, lo cómodo de verdad es que te llegue la factura a casa mientras tú pagas por domiciliación bancaria. Creo, no me hagáis mucho caso, que lo que ahora se lleva es leerse todos los contratos de todas las compañías y compararlos entre sí. Hay un punto chic en eso de encontrar cuál es el menos draconiano. 

¿Y a dónde nos ha llevado esto? Por lo que yo veo a mi alrededor hemos acabado volviéndonos locos. No me refiero solamente a esas encuestas en las que nos dicen que los adolescentes españoles se sienten perdidos cuando se olvidan el móvil en casa. Aunque es extremadamente preocupante, voy más allá. Bajamos con él a comprar el pan por si en el intervalo de dos minutos que pasamos en la calle sucede algo extremadamente importante, cuando lo cierto es que en el 99% de los viajes a la panadería volvemos a casa con la pantalla del móvil igual de vacía que la teníamos. Si se nos olvida dar un toque a alguien al llegar a casa por la noche, ese alguien se piensa que hemos muerto o que estamos despanzurrados pidiendo ayuda en una cuneta, así que llama histérico al teléfono fijo de la casa en cuestión sea la hora que sea, no vaya a ser que haya pasado algo... Esto es curioso cuando se trata de dos personas jóvenes, pero cuando estamos hablando de gente de una determinada edad es más bien de chiste, ¿es que acaso no crecieron ellos sin móvil, sin llamar a sus padres cada cinco minutos cuando salían con sus amigos y no les pasó  nada? Sin comentarios. 

Y eso si hablamos de los móviles que "sólo" llaman. Pero los que tienen Internet y Wash app ya son un mundo a parte. En mi clase se lleva chatear con el que está en el banco de atrás. Es mucho más respetuoso de cara al profesor sacar la BlackBerry del bolso y teclear como si no hubiera mañana que girarse y comentar la peli de ayer con total descaro. ¡Dónde va a parar! Actualizar el estado de Facebook en clase es deporte nacional, como si a alguien en el aula le pasara algo interesante alguna vez en su vida. Llegados a este punto en que no hay nada que contar lo que se hace es poner en Facebook la última frase graciosa del profesor; luego a todos los que tienen BlackBerry de la clase les pita o les vibra porque hay una actualización en el muro, y se ponen a comentar como locos la última gracia, porque aunque solo pongas "jajaja!" tienes que hacerlo, tienes un status que mantener. Quizá algún día me anime a hablar de las nuevas técnicas para copiar que se han desarrollado gracias a la BB... Son chic@s muy modernos, pero no saben estudiar ni lo sabrán nunca. 

Y como se han pasado la clase en el chat piden los apuntes a los demás. Y te lo piden con la BlackBerry en la mano, gesticulando y dándole vueltas, mirando cada cinco segundos si hay algo en su pantalla. Resulta que esas chicas se gastan muchos euros en bolsos estupendos, y esos chicos hacen lo propio con sus vaqueros de bolsillos ultra modernos, pero llevan ambos la carpeta y el móvil en la mano. Y yo me pregunto: ¿será que tienen miedo de que se les estropee? Si tanto miedo tienen ¿por qué compraron un objeto tan caro? ¿Necesitan de verdad estar comunicándose 24h?  ¿Necesitan estar chateando mientras yo me tomo un café con ellos?

Y me sigo preguntando: ¿no nos hemos vuelto locos hasta un punto de no retorno? ¿Es tan urgentemente necesario que niños y niñas de 14 y 15 años lleven móviles con acceso perpetuo a chat, Facebook, Tuenti y Twitter? ¿Sus padres permiten que con esas edades el gasto de teléfono móvil sea tan elevando como para mantener un móvil con conexión a Internet? 

Cada vez que veo llegar a clase a esas personas, cargadas de libros y material que necesitamos cada día, pero sin soltar el móvil de la mano, doy gracias a mis padres porque hasta los 16 no me compraron un teléfono móvil y hasta hace dos años ni siquiera hablamos de contrato. Doy gracias porque mi móvil "sólo" llama y recibe llamadas y SMS, así que suena poco y si quiero Internet, sólo si lo quiero y me apetece leer el correo, abro el ordenador. Doy gracias porque me han educado en la cultura del teléfono fijo, igual que a mis mejores amigos, así que siempre que puedo les llamo a casa. Y aunque todos caemos en las redes de las grandes compañías, porque tarde o temprano lo haces por una cosa o por otra, estoy orgullosa del uso racional que doy a mi teléfono, de lo poco que lo cambio y de lo mucho que me dura cada modelo, y de que algunas veces mis amigos se desesperen porque no contesté una llamada. Lo siento, estaba leyendo, escribiendo o hablando con mi madre y el móvil estaba en el fondo más profundo de mi bolso, en el rincón de mi habitación. 

4 comentarios:

  1. Pero qué grande eres.

    Comienzo intentando responder a la pregunta que da título al artículo. Probablemente sí, aunque depende de la perspectiva. Tu, yo, y algunos más, consideramos que nos estamos volviendo majaretas o que como mínimo ellos, esa raza que tan bien describes (tiran de iPhone, BlackBerry, HTC, Nokia o Samsung, lo cambian en cuanto pueden, y viven por y para todos y cada uno de los servicios y aplicaciones de que esos dispositivos disponen) están perdiendo el norte.

    Probablemente a un espécimen de esa clase le cuentas que desde hace casi cuatro años estoy usando un Motorola V360, que no tengo pensado cambiarlo mientras funcione y la batería siga durando entre cuatro y seis días , que no lo utilizo más que para llamar y enviar y recibir mensajes, que tiene la cámara más simple que se puede montar en un móvil, cosa que no me importa ya que muy raramente la uso -además, quién diablos quiere un móvil con cámara teniendo una Canon 450D-, y que sospecho que tiene acceso a internet pero ni se me ha ocurrido probarlo, y te dirá que el que está loco de atar y es un retrógrado sin remedio he de ser yo.

    Lo malo es que este ritmo de disparate social, de idiotización colectiva, no solo no se resume en la telefonía, sino que abarca innumerables ámbitos que además se van ampliando, expandiendo y diversificando, en nombre del marketing, el comercio, el mercado y la perra que los trajo. Pronto se pondrá de moda implantarse chips en el cuerpo y permanecer controlando -y controlado… para los que se burlaban de Orwell y de 1984- cuanto te interesa en cada momento. Hay que reconocer que a los fieles seguidores de las amistades a la antigua usanza cada vez nos lo ponen más difícil. Luego está el problema de la privacidad: prácticamente no hacemos caso, pero en cuanto nos descuidamos toda nuestra información está deambulando de un lado para otro, en manos de multinacionales para las que no somos más que una línea en una base de datos, un cliente potencial con un perfil comercial determinado. Tienes la fortuna de perder un dispositivo de estos, y si no tiene algún bloqueo -que de fábrica no viene configurado- todos tus datos, contactos, correos, direcciones, notas... están al alcance del primero que lo encuentre. O que lo robe. Por cierto, no aconsejo a nadie móviles que monten Android como sistema operativo. Ya contaré algún día la batallita que me llevó a esa negación.

    Mi primer móvil también me llegó a los dieciséis años. Bueno, aún tenía quince la tarde del 31 de diciembre en que fuimos a la tienda y, tras echar un vistazo entre el escaso género que había entonces, me decidí por un Motorola negro y enorme de modelo impronunciable, de los que contaban, entre otros avances, con antena fija y SMS. No me pesa en absoluto no haber tenido móvil antes, de la misma forma que no entiendo qué diablos hacen críos que tal vez no tienen diez años y que fácilmente ves por cualquier parque o cerca de un colegio, con su móvil en la mano o usándolo como reproductor portátil -para él y para todos los que le rodean-.

    Este tema me ha recordado que en días pasados, durante las pruebas de selectividad en la universidad, pillaron a un chiquitín con un pinganillo en el oído. Cómo podría pasar las preguntas a quien tuviera al otro lado de la línea… no tengo ni idea, pero es cierto que los tiempos han cambiado y ya ni tan siquiera se conforman con la chuleta tradicional. Debía tener gracia haber visto su rostro, cambiando de un color a otro delante de cientos de alumnos cuando el profesor le solicitara amablemente que se extrajera el pequeño dispositivo. En fin, quien juega conoce los riesgos.

    Un abrazo y gracias por esta gran reflexión.



    PD: Para los aficionados a andar enganchados a todas horas, recomiendo este video.
    Desconectar para conectar

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  2. Al ver la calidad de tu comentario se me ocurre que quizá pudieras haber hecho una entrada contestando a la mía en lugar de relegar tus opiniones a la categoría de comentarios de las mías. ¡¡Te agradezco la dedicación y el tiempo!! Y no hace falta decir que comparto tu opinión y te alabo el gusto con el móvil (aunque tras estudiar en Finlandia yo sea más de Nokia...).

    Tengo pendiente una entrada tuya sobre bancos, la del vídeo, pero es que es tan largo que lo voy viendo a trozos. En breve, y si encuentro palabras dignas, habrá comentario.

    ¡Un abrazo!

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  3. menudo post!
    yo no tuve mi primer movil hasta los diex años y fue por causa mayor ya que mis padre se separaron y era la unica manera de mantenerme en contacto sin molestar en su relacion.
    era el nokia aquel que era o que ahora dicen " un ladrillo"
    pero nunca fallaba era muy resistente cosa que no ocurre con los iphones y sus apps y los smartphones.
    Lo que ocurre esque es mas agradable a la vista tener un buen movil, y muchas veces lo llevamos con nosotros no por comunicarnos si no como accesorio, ahí perenne en la mano(en plan celebritie)
    con todo esto quiero decir que no veo mal que un adulto tenga un buen movil, lo que veo fatal es que las niñas de 13 años lleven un smartphone porque lo lleva "el clan" y gasten un dineral sin apreciar el dinero que a sus padres les conlleva.
    y tampoco esta reñido el gastar un dineral por un buen tf, yo hasta hace poco tenia un movil bueno(ahora ha muerto sniff sniff) y solo gastaba 25e al mes de media

    buen post
    muacks muacks
    http://lejournaldeprada.blogspot.com

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  4. Creo que tampoco aportaba en mi comentario mucho contenido; más bien lo veo como perspetivas que refuerzan las ideas que expones -por cierto, si ese texto merecía un artículo propiamente, ¿qué puedo decir de tu respuesta al artículo sobre la crisis financiera y los bancos?-. Lo triste, a mi parecer, es precisamente que ese tema de pie a escribir no ya un comentario o una entrada, sino posiblemente un tratado. Por lo que voy viendo cada día, en esta tierra somos aficionados a obsersionarnos con el tema del momento, y lo demás pasa a segundo plano, no volviendo a aparecer hasta que alguien cualificado da la voz de alarma o se produce algún incidente que lo traíga a la mente de todo el mundo, y aquí podriamos meter tantas cosas que creo inútil mencionar tan solo un par de ellas a modo de ejemplo.

    En cuanto al móvil, lo tengo en cierto modo por accidente, aunque estoy razonablemente contento con él -cumple su función, y no le pido más...-. Mi hermano tenía uno igual, y mi padre, el que tengo yo. Mi hermano lo usaba a diario, y mi padre lo tenía para llevarlo siempre en la guantera del coche con una SIM con su mismo número, con el manos libres y el Bluetooth. Mi hermano había cambiado de móvil pocos días antes de que el que yo tenía por entonces falleciera, y me ofreció quedarme con su anteior Motorola. Este funcionaba, pero estaba exteriormente bastante castigado, así que le propuse el cambio a mi padre... y aceptó. Yo tengo el que antaño viajara durante casi un año en la guantera del coche -estaba practicamente nuevo-, y mi padre tiene ahora el otro. Tres años después me sorprendió compararlos... y ver que el que yo uso está ahora mucho más desgastado que el otro. En fin, me remito a lo de antes: mientras que me sirva para lo que lo quiero, y no aparezca algún avance que me "obligue" a usar alguna otra función para el que este no esté preparado...

    Por cierto, ¿te he dicho alguna vez lo mucho que envidio por todo el mundo que has podido recorrer? :)

    Ahora soy yo quien tiene un comentario tuyo al que tratar de contestar como merece. Intentaré estar a la altura.

    Un abrazo.

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