26 de agosto de 2011

Lo más sensato

Reconozco no ser una de las fans #1 de SEXO EN NUEVA YORK
Reconozco también que la historia de amor de Big y Carrie no es mi favorita, que pienso que tras seis capítulos seguidos una mujer puede empezar a perder el norte y... que si lo ponen en la tele yo lo veo, inevitablemente. Hay en mí un contrasentido que me hace ver la serie pero tomarla con muchas reservas, no sea que me vaya a volver tonta. 

Hoy, en cambio, me he alegrado mucho de haber pasado una hora delante del televisor viendo esta serie. Asistiendo a una de las muchas reposiciones de la TDT, he visto a Carrie extremadamente preocupada por sus finanzas y haciendo un ejercicio que a mí me parece de lo más sano: pasar a cifras su comportamiento para no perderse entre las nubes y bajar a la tierra de una vez. Así, ha llegado a la conclusión de que en su armario había 40.000 dólares en zapatos, pero su cuenta corriente estaba vacía. 


Me he alegrado enormemente al ver su cara de espanto, su fastidio al ver que el banco no le concedía un crédito y no podría comprar su casa. No es que me alegre del mal ajeno (aunque esto no cuenta, es un personaje y no una persona), es que ese cálculo zapato-dólar me parece lo más sensato que le he oído decir nunca. 



En un mundo en el que estamos perdiendo todos los valores, un montón de jovencitas cuya edad aún empieza por "dieci..." se plantan delante de la televisión o de su ordenador a ver las aventuras de estas treintañeras que tienen un síndrome de Peter Pan más grande que el Empire State Building. Creen que pueden imitarlas sin darse cuenta de que esa no es su edad y de que se trata sólo de ficción. Y lo peor es que la mayoría de las veces esos capítulos incitan a vivir al día, a comprar el enésimo vestido, a matar por un bolso y a dar saltos de alegría ante los zapatos de moda. 

Queridas todas:

No es malo que os guste un bolso caro, ni que os paréis en un escaparate a ver zapatos. Tampoco es malo beber café de Starbucks ni creerse en Nueva York al caminar por la calle. Todas las vidas necesitan chispa y de vez en cuando hay que ser un poco... "Antoñita la Fantástica" para poder levantarse de la cama. Lo malo es hacer del bolso y el capuccino LA meta, comprarlo cuando no puedo pagarlo y no ver más allá, porque nada más me llena. Eso se llama consumismo (y en algunos casos graves, adicción a las compras), y siento decir que en esa serie se alienta al comprar por comprar en más de la mitad de las escenas. 

Que la serie es de culto es algo que no puede discutirse, al menos durante mucho rato. Pero esas mujeres, aunque son muy divertidas y tienen vidas interesantes, no pueden ser el espejo en que nos miremos para salir de casa. Veamos la serie, disfrutemos, y al apagar la televisión pensemos que ahora estamos pisando el mundo real, que yo soy yo y no un personaje y que no podemos ni debemos reproducir todos y cada uno de sus comportamientos. 

Que no pensemos algo sensato por primera vez en nuestra vida cuando ya tenemos el armario lleno de zapatos... 

4 comentarios:

  1. Hay cierto refrán popular que dice que tanta culpa tiene el timador como el timado, por dejarse timar. No sé hasta qué punto es aplicable a este caso, pero sí es cierto que debe existir una mínima complicidad entre quien anuncia, muestra y vende un producto y quien, aunque sea caro, aunque no se lo pueda permitir, aunque no lo necesite, lo acaba comprando.

    La cuestión del consumo es una asignatura suspensa desde que esta sociedad es cómo es -no sé, en el caso de España remontémonos al despegue de la década de los 50-. Lo mejor de todo es ver cómo está la situación ahora mismo, y muchísima gente sigue viviendo en su limbo, comprando por el goce de comprar. Como si nada importara y no existiera el mañana.

    Allá cada uno. Yo personalmente prefiero quedarme dos pasos más atrás de mi línea roja particular cada día.

    Y sobre la influencia de la televisión en la gente... qué decir. Los productores saben lo que a la gente le gusta, y se lo ponen delante. Hasta qué punto estimulan al público con la programación, es más una cuestión de la escasa capacidad crítica de la gente de la televisión en sí. Si el personal adorase los documentales, por ejemplo, estos no se verían relegados a canales secundarios y a los horarios de escasa audiencia, sino que ocuparían el hueco del omnipresente Sálvame.

    Gracias por esta gran reflexión. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. No me sabía ese refrán del timador, pero lo añado a mi lista de frases célebres porque me parece muy útil en estos tiempos que corren.
    Muchas gracias por corroborar mis impresiones, hay veces que me siento sola en un mundo lleno de gente... jajaja!
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Hola, he visto tu comentario en el Blog de Isi y yo soy galdosiana de toda la vida. Resumiendo: Me ponga muy pesadita con Don Benito, y me encuentro, tristemente, con que no lo ha leído tanta gente como se merecería.

    Ah, a mí tampoco me gusta demasiado Sexo en NY, aunque curiosamente he visto casi todos sus capítulos. Y sí, recuerdo ese en el que no puede dar la entrada para un piso porque se ha gastado mucho en zapatos y no sabía multiplicar lo que costaban por el número de ellos que tenía.

    ResponderEliminar
  4. Hola Gijón, te aseguro conocer, a menudo creo que por desgracia, la soledad a la que te refieres. Aunque supongo que es el resultado de una forma de entender el mundo, y que esta no puede ser cambiada. Al menos yo no me siento capaz de enfocar mi alrededor de una forma más... viva la vida, por definirla de alguna forma, y seguir mirándome al espejo.

    Loquemeahorro, comparto tu afición por Galdós, si bien procuro repartirme entre todos los libros que puedo. De él he leído Trafalgar y 7 de Julio. Evidentemente me gustaría mucho haber leído otros tantos (tengo especiales ganas de ponerme en serio con los Episodios Nacionales y por otra parte con Fortunata y Jacinta, esta última debido a nuestra anfitriona) pero por desgracia la cantidad de tiempo (y la calidad, entendiéndola como tiempo en que tu cabeza atiende al libro al igual que tus ojos) de que dispongo es inversamente proporcional con el paso de los años al número de obras que me gustaría leer.

    Confiemos que la vida sea lo suficientemente larga como para poder llevarse al otro lado una generosa colección de lecturas.

    Un abrazo!

    ResponderEliminar