23 de octubre de 2011

De repente se hace la luz

Imagen: elcorreogallego.es
Siempre hay un momento en que las olas dejan de golpear la roca. Lo que pasa es que no suelo saber cuándo llegará ese día, o cuándo podré decir que estoy a salvo. 

De repente, sin comerlo ni beberlo, sin haber hecho nada aparentemente, uno deja de recibir golpes. Por alguna razón, algo de lo que has hecho en los últimos meses, semanas o días te ha puesto en un lugar privilegiado, resguardado del temporal, fuera de las casillas donde el resto de fichas pueden comerte. En casa. 

Sin saber cómo se hace la luz. Sales de la habitación oscura y comienzas a ver, a identificar colores, olores, sabores. La vida sabe, la vida huele, la vida tiene cosas muy buenas que no se ven cuando uno debe protegerse de los golpes. 

Cuando uno puede ver lo que hay detrás de la ola es cuando empieza lo bueno de vivir. Sigues teniendo una agenda apretada, clases a todas horas, exámenes, compromisos sociales y familiares, poco tiempo para ti, menos para los demás, menos horas de sueño de las que desearías... pero de alguna forma sabes que lo que haces te gusta, que estás ahí por una razón y que nadie, ni tú misma, te podrá quitar eso. De repente se hace la luz. 

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