16 de mayo de 2012

La conciencia del problema


Que la situación en que se encuentra el mundo es un absoluto desastre no es algo que pase desapercibido para nadie. No sólo España ve cómo el tejido social se rompe a causa de la falta de dinero, ni más ni menos. Esto que para nuestro país es una situación reciente, que nos afecta, y mucho, pero que nos pilla relativamente a salvo porque en el armario teníamos tres pantalones de más, es desde hace tiempo uno de los grandes males del continente africano. ¿Qué hacer ante las crisis alimentarias que asolan esa tierra (Malí, el Sahel...)?



Las organizaciones internacionales se ponen en pie de guerra. Realizan campañas, captan fondos, idean formas de que un niño desnutrido pueda recuperar la salud (algo bastante difícil llegados a ese punto de no retorno que en África se alcanza tan a menudo), nos bombardean con imágenes que unas veces vemos para dar gracias y otras nos hacen volver la cabeza. ¿Es que algo puede cambiar si dono un poco de dinero?

La respuesta que yo me doy es que sí. Sí puede cambiar algo. Para empezar, habrá cambiado algo en ti. Para seguir, con tu donativo sustentas el trabajo de esas organizaciones. Los costes de realizar este trabajo son muy frecuentemente pasados por alto, pero son importantes para mantener la actividad de quienes se preocupan por estos asuntos. Y aún así, ¿cambiará algo la situación en África?

Los problemas y emergencias a los que se intenta hacer frente son tan complejos que sería de ilusos pensar que de hoy para mañana, o de hoy en veinte años, el problema se habrá solucionado. La cultura, los recursos naturales, la herencia del colonialismo, los sistemas de gobierno, el comercio internacional... todo suma y todo conforma la situación a la que hemos llegado. Pero aquí es donde entra la formación de la conciencia de cada uno de nosotros. 

La conciencia del problema, de la situación de emergencia, de la crudeza de la situación que miles y miles de personas viven. De acuerdo, no puedo hacer mucho por África, ni siquiera con mi donativo, pero puedo: 
  • conocer lo que pasa, leer e informarme, no volver la cara, no pasar por alto lo que sucede en el mundo sólo porque no me pilla cerca. 
  • pensar antes de consumir, puedo darle vueltas a esa compra que no necesito, usar mi ropa hasta que se rompa, pensar que el enésimo bolso no me hará más feliz. 
  • ser racional en el uso de los recursos del Planeta, porque son de todos y tengo suerte de tener agua que sale cuando abro el grifo. 
  • sobre todo, puedo ser cuidadosa con la comida, con lo que compro, con lo que no tiro, con lo que me sobra, puedo tener cuidado para no cocinar de más, o puedo pensar que repetir comida al día siguiente no es un drama (quizá a alguien le de risa este último comentario, por obvio, pero a mí no, porque a mi alrededor se ha demostrado que no es obvio en absoluto). 
Y a la vez que pongo en marcha estos sencillos pasos de formación de conciencia sobre la situación de África estoy modificando mi conducta de cara a la situación de España, que no es para aplaudir, precisamente, aunque las terrazas de los bares sigan de bote en bote y la cola del cine de la vuelta a la manzana. Tenemos un problema, y muy gordo. 

Lo difícil es la conciencia del problema. Si hay conciencia del problema habrá formas de atajarlo, poco a poco, paso a paso, pero siempre mucho antes que si nos limitamos a vivir nuestra vida, sin cambiar en nada nuestros hábitos y costumbres (consumistas e individualistas hasta el extremo, de un tiempo a esta parte). Al menos eso es lo que creo yo. 

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